Cada vez hay más divorcios entre las parejas argentinas

Nunca en la historia argentina se produjeron tantas separaciones legales como durante la última década, incluso más que cuando se sancionó la ley de divorcio vincular, en 1987. Según los datos del último censo, entre 2001 y 2010 hubo un total de 564.396 separaciones legales.
Para hacerse una idea, en los 80 se producían 114 divorcios diarios. En la década del 90 pasaron a ser 87 por día. En cambio, entre 2001 y 2010, hubo a razón de 172 divorcios diarios. Entonces, ¿cuánto dura el amor? Menos de seis años. Según estadísticas judiciales, en la ciudad de Buenos Aires el 54% de las parejas que se divorciaron durante 2010 llevaban menos de diez años juntos; el 34%, menos de seis.
La tasa de separación y divorcio creció 300% en sólo 30 años: en 1980 había 423.000 personas divorciadas en todo el país. Según el último censo, hoy son 1.764.400. Aun así, los divorciados siguen siendo un porcentaje bajo de la población: menos del 5,8% de los argentinos (teniendo en cuenta tanto divorciados como separados), contra 33,5% de solteros, 18,2% de personas en pareja y 35,6% de casados, entre otros estados civiles. En 2001, los casados eran el 40,8%; los divorciados, el 4,8%; los solteros, 33,9%, y los unidos, 13,9 por ciento.
Significa que los casamientos están en baja y los divorcios, en alza. Si se divide la cantidad de casamientos que se produjeron durante el último año por la cantidad de divorcios, la relación parece otra: en el Registro Civil porteño, durante 2011 se registraron 13.160 matrimonios, contra 6685 divorcios registrados.
En la Capital, por cada dos casamientos hubo un divorcio. Esta relación cambia según la provincia: en ciudades como Córdoba o Rosario, hay un divorcio cada tres casamientos. En cambio, en provincias como Salta o San Juan, hay uno cada diez, según un estudio que hizo la jueza María Virginia Bertoldi de Fourcade, vocal de la Cámara de Familia de 1° Nominación de Córdoba.
Por estos días, los abogados viven la temporada alta de divorcios. «Uno de cada tres se produce después de las vacaciones», afirma Leonardo Glikin, que dirige una consultora de Planificación Patrimonial, Sucesora y Financiera, a la que recurren los cónyuges para evitar que el divorcio acabe con su patrimonio.
Martín Andrés es psicólogo y conduce desde hace 20 años grupos de reflexión para divorciados. «Hoy hay un menor límite frente a la frustración. Las personas se sienten rápidamente sobrepasadas por la no aceptación de la diferencia del otro. Enseguida no se bancan y buscan el cambio. Hay poca capacidad de tolerancia de la diferencia. Sobreviene la frustración, que en muchos casos es seguida por una relación agresiva, el detonante final de la vida en conjunto», explica.
«Además, hay un desconcierto bastante generalizado entre los hombres acerca del nuevo rol de las mujeres. Ellas toman las decisiones en la empresa y en la casa. Manejan la plata chica y la plata grande. Esto es motivo de crisis en muchas parejas», apunta el profesional.
«Las nuevas parejas no han desarrollado la capacidad de reciclar el vínculo. A los cinco o seis años juntos, el punto en el que los conflictos se hacen sentir, deberían descubrir que los dos cambiaron. Que no son los mismos que se casaron y que tienen que reinventar la relación. Hoy, las nuevas tecnologías y las redes sociales han hecho que muchas otras relaciones familiares y de amistad estén más presentes en la vida cotidiana de una persona que su propio cónyuge. La relación matrimonial se volvió estática, mientras que las demás son dinámicas. Hay que desarrollar la capacidad para revertir esto, porque sino significará el fin de la pareja», explica Glikin.
«¿Qué dice alguien que se va a casar? Que busca la felicidad. ¿Qué dice quien se separa? Lo mismo -agrega Andrés-. A lo mejor, estemos errando el camino.»