La gran mayoría de las madres solteras argentinas vive en la pobreza
En un momento en que la sexta parte de los nacimientos de nuestro país corresponde a madres menores de 19 años, el embarazo adolescente aparece como una de las consecuencias principales de la pobreza y marginalidad que envuelve a cientos de miles de jóvenes de nuestro país. Esta semana, los propios números oficiales lo confirmaron: según datos tomados del Indec, 8 de cada 10 mujeres jóvenes con hijos viven en la pobreza.
A la hora de desglosar estos números, se precisa que cerca del 10% de las mujeres de entre 15 y 24 años (que equivaldría a unas 340 mil chicas) es jefa de familia o cónyuge y ya tiene un hijo o más de uno. De estas jóvenes, el 80% pertenece a los hogares de los 2 quintiles más pobres, y de este 80% de mujeres jóvenes pobres con hijos, el 30% estudia y/o trabaja y el restante 70% no estudia, ni trabaja.
La información llega del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), desde donde se señala que si bien en nuestro país no se dispone de datos sistematizados sobre maternidad temprana, a través de fuentes como la Encuesta Permanente de Hogares del Indec es factible trazar una aproximación oficial.
«El mecanismo más potente de transmisión intergeneracional de la pobreza es la maternidad temprana en los hogares de bajos ingresos -sostienen desde Idesa-. En un contexto familiar donde las posibilidades de dar apoyo a las madres jóvenes en la crianza del niño y en su desarrollo personal son limitadas el resultado es el abandono escolar. Esto condiciona severamente su futuro ya que, con baja educación, es altamente probable que caiga en la inactividad laboral o, en el mejor de los casos, sus posibilidades se limiten a un empleo de muy baja calidad».
Lo que dicen los hacedores del trabajo también se puede corroborar a través de distintos estudios: una investigación del Centro Latinoamericano Salud y Mujer basada en encuestas a 171 adolescentes de la capital federal y la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, indica que sólo una de cada tres madres adolescentes logra terminar la escuela.
Según las conclusiones de este trabajo, un 66% de las chicas embarazadas deja la escuela por decisión propia; un 11% por decisión de los padres; un 15% por indicación médica y un 6% porque la escuela no la acepta. Lo más interesante es que entre aquellas que dejan por decisión propia -señala otro informe del Centro de Estudios de Estado y Sociedad-, «el principal motivo de abandono es la vergüenza de ir a clase embarazada».
«La maternidad temprana, fundamentalmente entre los hogares pobres, impide el desarrollo social con equidad -apuntan los hacedores del trabajo de Idesa en sus conclusiones-. En general, es un fenómeno que induce a una temprana deserción escolar de las jóvenes condicionando, por lo tanto, las futuras posibilidades de una inserción laboral de calidad. Más importante aún es que la pobreza tiende a reproducirse y perpetuarse porque frecuentemente los hijos también abandonan tempranamente la escuela y repiten la falta de capacidades de sus progenitores para insertarse en el mercado laboral. La intensa dinámica bajo la que opera esta transmisión intergeneracional de la pobreza condiciona de manera decisiva el progreso social».
Parte de lo que dicen en Idesa puede apoyarse en un estudio reciente de la Fundación Observatorio de la Maternidad, mediante el cual se reveló que las madres de menores recursos tienen en promedio 3,3 hijos en contraposición a la tasa del 1,6 que tienen las no pobres. Ese promedio sube aún más cuando se trata de madres indigentes (aquellas que no pueden costear una canasta básica de alimentos), las cuales tienen, de acuerdo a los últimos datos, un promedio de 3,7 hijos.
En lo que hace a la maternidad adolescente propiamente dicha, hay que decir que dos de cada tres chicas de nuestro país que se convierten en madres antes de cumplir 19 no lo tenían en sus planes. Sin embargo, en un alto porcentaje de esos casos no podría decirse que fue porque ignoraban la existencia de métodos anticonceptivos. El estudio del Centro Latinoamericano Salud y Mujer muestra que, de hecho, más de un 80% de adolescentes embarazadas en la provincia de Buenos Aires sabía que había preservativos y pastillas para cuidarse.
Sobre esto, si bien en Unicef y otras organizaciones coinciden en que la mayoría de los embarazos no planificados en adolescentes se debe a la falta de información sobre la sexualidad y el cuidado del cuerpo, muchas veces responde a la dificultad en el acceso a métodos de prevención.
Para peor, existe también un gran número de estas madres-niñas que las estadísticas no suelen tener en cuenta, embarazadas como consecuencia de abusos y actos de fuerza, mostrando lo serio que es el problema de la violencia familiar y social. Para graficar aún más la magnitud de esta realidad, se debe tener en cuenta que cada día nacen en el país 314 bebes de madres adolescentes: nueve de ellos en la capital federal; 102, en la provincia de Buenos Aires; 14, en el Chaco; otros 15 en Misiones; y 7 en Formosa, entre otros.
«La encuesta de hogares del Indec sólo identifica a las jóvenes madres que declaran ser cónyuges o jefas de hogar -precisa el trabajo de Idesa-, pero no a las madres tempranas que son hijas o nietas dentro de un hogar ampliado. Dado que seguramente esta situación es muy frecuente en los hogares de bajos ingresos, los datos son una estimación parcial. Aun con estas limitaciones, son suficientes para dimensionar las consecuencias sociales de la maternidad temprana».
Si bien existe una ley para garantizar el acceso a la anticoncepción de toda la población, lo cierto es que el fenómeno de la maternidad adolescente -sobre todo en las clases más bajas- no para de crecer: hoy, el 15,4% de los bebes que nacen en el país son hijos de madres adolescentes, mientras que en 2003 era del 13,6%.
Mientras ya nadie pone en duda que la situación socioeconómica condiciona el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de los adolescentes, todo dato cobra aún más relevancia si se toma en cuenta que a principios de esta década la Argentina se comprometió ante organismos internacionales a bajar los índices de embarazo adolescente, como parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Hasta ahora, esos índices no sólo no bajaron sino que se mantienen en alza. Y sus principales víctimas, como siempre, siguen siendo los más pobres.
fuente: El Día