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[Miradas] La «guerra narco» en México ya se cobró más muertos que la lucha contra las dictaduras en todo América Latina

[Miradas] La «guerra narco» en México ya se cobró más muertos que la lucha contra las dictaduras en todo América Latina
Las 100 mil personas fallecidas en la última década puso contra las cuerdas el enfoque prohibicionista y militarista en la política contra la producción y comercio de drogas.



En una nota publicada en el diario El País de España, Jorge Zepeda Patterson afirma que en Mëxico, murieron más personas en la guerra de las drogas que argentinos, chilenos o brasileños (sumados) en las luchas contra las dictaduras militares de fines del siglo pasado. Parecería una comparación ociosa y de mal gusto, toda vez que los carteles de la droga remiten a un entorno criminal y la represión de la disidencia en el cono sur a un tema político. Pero bien mirado, los 100.000 muertos que han caído en México en los últimos 10 años son también el resultado de una decisión política.

Para Zepeda Patterson, esta cruda realidad no sólo se da porque el gobierno mexicano optó por una política prohibicionista y una estrategia de confrontación policiaca y militar ante un fenómeno social (consumo de drogas) y económico (producción y trasiego de enervantes). El Estado decidió enfrentar el problema a sangre y fuego. Al introducir masivamente al Ejército en este combate privilegió la erradicación violenta incluso por encima de una vía estrictamente legal. La solución militar convirtió a los soldados en un ejército de ocupación en un entorno en el que el enemigo se mimetiza con la población. Y no se trata de un eufemismo; la guerra contra las drogas es en buena medida una guerra contra la población civil: más de la mitad de las averiguaciones y gran parte de las encarcelaciones son por el delito de posesión de droga (no por tráfico), por no hablar de las miles de víctimas inocentes producto de “daños colaterales”.

La solución militar convirtió a los soldados en un ejército de ocupación en un entorno en el que el enemigo se mimetiza con la población.

Pero también es una tragedia que tiene orígenes políticos porque responde a un designio de los Gobiernos estadounidenses, sean republicanos o demócratas. Para nadie es un secreto que la mayor parte del trasiego transcurre por territorio norteamericano (la distancia de Nueva York o Baltimore a la frontera es inmensa y supone que la droga pasa por carreteras plagadas de patrullas, sheriffs y elementos del FBI o la DEA sin que sea molestada). Y desde luego, el grueso de la compraventa se realiza en dólares y en territorio estadounidense.

La guerra contra las drogas es en buena medida una guerra contra la población civil: más de la mitad de las averiguaciones y gran parte de las encarcelaciones son por el delito de posesión de droga (no por tráfico).

No obstante, Washington prefirió que la sangrienta guerra de trincheras tenga lugar al sur de su frontera y que el costo en vidas sea asumido esencialmente por su vecino. Aplaudidos por su “valor y firmeza”, los dos últimos presidentes mexicanos, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, cumplieron encantados el papel asignado e hicieron de México el frente de batalla de esta guerra interminable.

Washington prefirió que la sangrienta guerra de trincheras tenga lugar al sur de su frontera y que el costo en vidas sea asumido esencialmente por su vecino.

El planteamiento que Peña Nieto hizo recientemente en la sede de la ONU constituye un giro radical y el primer paso de un cambio de paradigma. No sólo reconoció el fracaso de la estrategia seguida (a la que puso nombre: “Iniciada con Richard Nixon”); sino también propuso un nuevo marco político, no prohibicionista. En el decálogo esbozado aborda el tema del consumo como un problema de salud, aprueba la legalización de la marihuana medicinal y pide abandonar los instrumentos penales.

La actitud del presidente no carece de mérito, aunque habría que decir que es un converso forzado o muy reciente. Hasta hace poco no ocultaba su oposición a cualquier tipo de legalización. Él mismo reconoció que el planteamiento que hacía en la ONU procedía de las consultas a la opinión pública de su país. En la práctica, se sabe que acudió a Nueva York contra su intención inicial. Hasta hace unos días la oficina de la Presidencia había dicho que no acudiría a la ONU por encontrarse en gira en Dinamarca y Alemania y que la posición mexicana sería presentada por su canciller. Pero fueron tales los cuestionamientos de analistas y conocedores por el desaire presidencial a un tema tan vital para México que en el último momento Peña Nieto decidió presentarse.

Habrá que ver si detrás de este impactante discurso existe la voluntad política para aterrizarlo en hechos. La calamitosa realidad de la justicia mexicana está plagada de normas y decretos tan inoperantes como bien intencionadas. Por lo pronto, la narrativa oficial sobre el terrible cáncer que desangra a México ha cambiado por fin. Y no es poca cosa. Lo que sigue está en veremos.

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