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El descontrol de las balas perdidas en Río de Janeiro

El fenómeno provocó cuatro muertos y 30 heridos durante el mes y despertaron entre los cariocas el miedo a un regreso de este flagelo que se creía controlado desde hace casi dos décadas.




No es el único fantasma del pasado que parece estar volviendo con fuerza a Río, que se prepara para ser sede de los Juegos Olímpicos del próximo año. Mientras los casos de «balas perdidas» aumentaban considerablemente en las áreas más humildes, las famosas playas de Copacabana e Ipanema -que sirven de postales para atraer turistas- fueron a principio de año escenario de varios «arrastões», como se llama a los robos en masa a bañistas que son víctimas de patotas de ladrones en la arena.
Esta nueva ola de «arrastões» llevó a las autoridades a aumentar considerablemente el número de policías que patrullan la rambla, a colocar torres-vigías con agentes en las playas y a efectuar requisas en el subte y los ómnibus que llegan desde la empobrecida zona norte hasta la acomodada zona sur de la ciudad.
Luego de que en los últimos siete años se consiguieron grandes avances contra la violencia del narcotráfico a través de la instalación de Unidades de Policía Pacificadora (UPP), comisarías comunitarias en las favelas, y tras haber recibido con éxito a millones de visitantes durante el Mundial de fútbol del año pasado, ¿estalló una nueva crisis de seguridad en Río?
«Los problemas de violencia y seguridad en Río son permanentes. Las balas perdidas generan más temor porque simbolizan el estado de vulnerabilidad de la población en general, pero igual o más preocupantes son las tendencias de aumentos de homicidios, robos y muertos a manos de la policía», advirtió a la nacion el sociólogo Ignacio Cano, cocoordinador del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ).
Efectivamente, las cifras más recientes del Instituto de Seguridad Pública (ISP) muestran un deterioro en las conquistas que se habían alcanzado en años anteriores en todo el estado de Río de Janeiro. En 2014, el número de robos creció un 32,9% en comparación con 2013 (de 60.618 registros se pasó a 80.558); las víctimas de homicidios subieron un 4,1% (de 4745 a 4939), y los «autos de resistencia», como se cataloga a las muertes de sospechosos por parte de la policía, se incrementaron un 39,9% (de 416 casos a 582).
fuente: La Nación

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