Más de 700.000 menores argentinos son obligados a realizar tareas domésticas
Según cifras del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, los menores de 5 a 18 años que realizan trabajo doméstico intensivo representan el 7,8 por ciento del total.
Porque aunque existe una concepción ancestral que sostiene que es formativo que los hijos colaboren en los quehaceres domésticos, es preocupante constatar en cuántos casos ellos se convierten, directamente, en los jefes de la casa. Según cifras del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina, son 701.695 los menores de 5 a 18 años que realizan trabajo doméstico intensivo (el 7,8% del total). Esto quiere decir que en sus hogares son los responsables de llevar a cabo todas las siguientes tareas: atender la casa, hacer la comida, cuidar a sus hermanos, hacer las compras, juntar agua o buscar leña. En villas y asentamientos, este porcentaje se eleva al 15,3% -porque permite liberar mano de obra adulta para generar mayores ingresos-, mientras que en el trazado urbano medio se reduce al 3,9 por ciento.
«El trabajo infantil doméstico es el que menos se ve y el más difícil de erradicar porque tiene que ver con una estructura familiar y con el género. Para revertirlo hace falta hacer una intervención familiar y también trabajar con la escuela. No está ligado directamente a un tema económico, pero es el que permite que los padres puedan trabajar», sostiene Soledad Gómez, responsable del Área de Inclusión Social de la Asociación Conciencia.
Al ser un fenómeno naturalizado socialmente y que se transforma en una vulneración de derechos en función de la intensidad y las privaciones que acarrea, el trabajo doméstico intensivo es difícil de detectar, pero también de medir. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se considera TDI cuando se realizan tareas domésticas con una duración de más de 3 horas diarias o 15 semanales en los niños menores de 16 años y de más de 6 horas diarias o 36 semanales entre los 16 y 18, afectando el acceso, rendimiento y la permanencia en la escuela, y el desarrollo físico y psicológico de los niños y adolescentes. Otras variables para tener en cuenta es si constituye una tarea riesgosa o no, la responsabilidad que asume según su edad, si hay o no presencia de un adulto y la percepción de remuneración.
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) se considera TDI cuando se realizan tareas domésticas con una duración de más de 3 horas diarias o 15 semanales en los niños menores de 16 años y de más de 6 horas diarias o 36 semanales entre los 16 y 18, afectando el acceso, rendimiento y la permanencia en la escuela, y el desarrollo físico y psicológico de los niños y adolescentes.
Datos del ODSA muestran que son 367.166 los chicos entre 5 y 17 años que realizan TDI y a su vez presentan déficit educativo, esto quiere decir que no asisten a la escuela o lo hacen con sobreedad. «El trabajo infantil doméstico no afecta tanto el rendimiento en la escuela, sino que se manifiesta en las llegadas tarde, las inasistencias, en no poder asistir a las actividades de contraturno como las deportivas o artísticas», afirma Magalí Lamfir, responsable de Programas de la Asociación Conciencia.
Limpiar, cocinar, planchar, realizar mandados, o cuidar a otros niños o ancianos no resulta en sí peligroso ni una explotación para todos los niños que lo realizan, pero se convierte en una violación de derechos cuando les demanda todo el día y les impide ser niños: cuando obstruye el goce pleno de sus derechos a educarse, ver a su familia, jugar o tener amigos.
«Una cosa es el trabajo en casas particulares o para terceros, que está prohibido por debajo de los 16 años, según la legislación vigente, y por otro lado el trabajo infantil doméstico intrafamiliar. En este segundo supuesto no hablamos de la colaboración en las tareas del hogar, sino de que la niña o el niño asumen las responsabilidad del cuidado de sus hermanos menores o de adultos mayores supliendo el rol de los adultos», sostiene María del Pilar Rey Mendez, presidenta de la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil.
En términos generales, el perfil de quienes realizan este tipo de tareas son niños de entre 6 a 17 años, en su mayoría mujeres (61,6%), que poseen escasa educación, que proceden de familias muy pobres (en muchos casos monoparentales) y que, generalmente, tienen madres que fueron trabajadoras domésticas antes de cumplir los 18 años.
«En nuestra población vemos más casos de trabajo doméstico que los demás, pero no es excluyente. Un chico que es vendedor ambulante, cartonero o que trabaja en la cosecha llega a su casa y también tiene que cuidar a sus hermanos. No es que los padres son descuidados con sus hijos, sino que no tienen dónde dejarlos. Esto sucede, principalmente, en las comunidades vulnerables, en la que los padres tienen la necesidad de salir a trabajar y hacer changas», agrega Gómez.
Respecto de la situación laboral de los padres de los chicos que realizan TDI, sólo el 36% tiene un trabajo estable, el 46% posee un trabajo precario, el 9,1% está inactivo y el 8,5% era desempleado o con subempleo.
Al igual que sucede en el mundo de los adultos, los niños también tienden a naturalizar esta realidad y no viven la realización de tareas domésticas como una carga o como una imposición, sino como la posibilidad de contribuir en la organización familiar. La mayoría de las veces, los niños frente a la pregunta de por qué se hacen cargo de limpiar, cocinar, responden que es porque quieren, porque les gusta, porque les divierte o porque quieren ayudar mostrando una mimetización con los roles adultos.
La toma de conciencia es el primer paso para cualquier cambio sustancial. Ahora sólo resta transformar estos conceptos en actos, para que en los hogares, los niños sólo se dediquen a jugar, estudiar y ser felices.