Miradas: el empleo argentino en el «freezer»
Silvia Stang en el diario La Nación, señala que las estadísticas muestran un estancamiento en la creación de puestos de trabajo en el sector privado, hay menos horas extras y no se reemplazan los trabajadores que se van.
Ensombrecido por la caída del nivel de actividad económica, pero también por factores de más largo plazo, como la falta de fuertes inversiones productivas, el mercado laboral muestra sus signos de ajuste, sin llegar a una destrucción masiva de puestos.
¿Cuáles son esos signos? Desde hace meses, las estadísticas de diferentes fuentes reflejan un estancamiento en la creación de puestos en el sector privado; una reducción de las horas trabajadas; ausencia de reemplazos cuando se van empleados; planes de contratación de personal que se caen; mayor cuentapropismo como contrapartida de una baja del empleo asalariado; un nivel de informalidad que ya no cede, y un deterioro de los ingresos reales.
Esto último, que es efecto de la inflación y de la mayor presión tributaria por Ganancias, echa leña a una fogata también avivada por situaciones políticas, como la de un sindicalismo que llegará con una fuerte fragmentación a un año electoral. Según advierten algunos analistas, las chispas que de allí saltarán se traducirán en un incremento del grado de conflictividad gremial.
El informe más reciente de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) muestra un incremento interanual de la tasa de desocupación del 7,2 al 7,6% para el tercer trimestre. Con la credibilidad del organismo herida, algunos economistas no ocultan dudas sobre los datos oficiales, pero afirman que sí marcan la tendencia.
El informe más reciente de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) muestra un incremento interanual de la tasa de desocupación del 7,2 al 7,6% para el tercer trimestre.
A partir de los datos de la EPH puede estimarse que 1,31 millones de personas -86.700 más que un año atrás- sufren la falta de trabajo en la población urbana del país. Al universo de trabajadores con problemas se suman 1,54 millones de subocupados -trabajan menos de 35 horas semanales-, unos 38.700 más que en 2011. A diferencia de los trimestres previos, la cantidad de ocupaciones creció levemente según la estadística oficial, con 121.000 nuevos puestos, menos de la mitad que el número de personas que se incorporaron a la vida activa.
El economista Claudio Lozano marca tres períodos en la historia reciente del mercado laboral, partiendo de 2002. En una primera etapa, hasta 2007, hubo una creación acelerada, con un promedio de 747.000 por año, porque había mucha capacidad ociosa. Pero fue un crecimiento ligado a la precariedad y la informalidad. En esa etapa, dice Marcelo Capello, presidente del Ieral de Fundación Mediterránea, hubo una licuación de los salarios por efecto de la devaluación, lo que contribuyó a impulsar al mercado.
De 2007 a 2011 el promedio de nuevas ocupaciones por año se redujo a 207.000. «La capacidad de la economía de incorporar mano de obra cayó abruptamente», señala Lozano, que considera que este año se abrió una etapa con nuevas características, como el estancamiento y la destrucción de puestos en varios sectores, y una situación generalizada de debilitamiento.
La construcción es el sector más golpeado. En agosto, las empresas declararon 26.841 puestos menos que un año atrás. Ese mes -el último del que hay datos- hubo de todas formas una leve recuperación, tras cuatro meses consecutivos de baja, según el Instituto de Estadística de la Construcción (Ieric).
La construcción es el sector más golpeado. En agosto, las empresas declararon 26.841 puestos menos que un año atrás.
«En la construcción está claro que hay destrucción de puestos. Hay menos obra pública y el sector privado quedó afectado por el cepo cambiario», analiza Dante Sica, director de Abeceb.com. Para el economista, en esto influye el hecho de que en el tercer trimestre el desempleo haya subido más en el área metropolitana.
Considerando todas las actividades, en la ciudad de Buenos Aires hubo una pérdida de 39.000 puestos en el año, mientras que a la lista de desocupados se sumaron 7000 trabajadores. La diferencia se explica por una caída de la tasa de actividad, es decir, porque menos personas buscaron trabajo, a contramano de lo que ocurrió en otros sitios del país.
Hay también razones en la macroeconomía, como las trabas para la compra de insumos, para explicar lo que ocurre en la industria, que a su vez tiene una dependencia no menor de factores externos. Las estadísticas no reflejan caída de puestos, pero sí muy poca creación. Entre los segundos trimestres de 2011 y 2012 la cantidad de empleos declarados por las empresas al sistema jubilatorio varió 0,4%, contra 3% del período previo, en ambos casos con grandes diferencias según el rubro.
Para Sica, si Brasil crece en 2013 un 3 o 5%, habrá un repunte para la industria automotriz. Y si el agro encuentra buenas condiciones, empujará al alza a otras ramas.
«Dependemos mucho de Brasil; en el mercado interno no hay expectativa de boom de consumo», agrega en la misma línea Daniel Funes de Rioja, presidente de la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal).
Pero el posible repunte de la industria no significaría necesariamente la misma suerte para el mercado laboral. Una razón es la caída de horas trabajadas por obrero, que en el tercer trimestre fue del 1,9% interanual. Eso indica que hay margen para hacer más tareas con los empleados actuales.
«La actividad industrial tiene hoy menos horas extras, no se contrata a temporarios, se frenó un segundo turno en muchas empresas y no se renovaron contratos», describe Sica. Son situaciones que evitaron la destrucción de puestos y que, a la vez, explican por qué podría darse una reactivación sin nuevos puestos.
La caída de horas trabajadas es un factor, señala Sica, que puede explicar por qué subió la tasa de activos, que en el tercer trimestre se ubicó en el 46,9% de la población total urbana, contra 46,7% de un año atrás y 46,2% del segundo trimestre.
En una economía que no crece ni genera empleos, salvo en algunos sectores de servicios, que más personas busquen trabajo encuentra razón de ser en cuestiones de ingresos: no sólo que algún miembro del hogar trabaje menos o haya perdido un contrato es un motivo para que se dé este fenómeno, sino que también lo es la caída del salario real. El alza de la tasa de actividad contribuyó a la expansión del índice de desempleo, que se mide como el porcentaje de quienes buscan un puesto y no consiguen sobre el número total de quienes se declaran activos.
Pero hay una cuestión más estructural por la que no se ve un margen generoso para que se vuelva a crear empleo. «La inversión productiva está parada desde hace tiempo y ahí hay una cuestión macroeconómica», dice Javier Lindenboim, director del Centro de Estudios sobre Población, Empleo y Desarrollo (Ceped) de la Universidad de Buenos Aires.
«Va a seguir el estancamiento del empleo aunque se crezca alrededor del 3%», opina el economista Ernesto Kritz, que pone foco en la inversión en caída y en los costos en alza, con deterioro de la competitividad.
Vinculado con la suba de la subocupación, otro rasgo de estos tiempos es la inflexibilidad de los índices de informalidad. En los últimos trimestres dejó de reducirse el índice de asalariados sin aportes, que está en el 34,5 por ciento. Pero en el segmento donde la precariedad es aún más frecuente es en el de los ocupados por cuenta propia. Por eso, un informe del Instituto de Estudios Laborales y Sociales (Idelas) de la UCES, encuentra preocupante que en el segundo trimestre el empleo dependiente haya tenido una caída interanual de 26.461 puestos, mientras que se contaron 82.442 nuevos ocupados por cuenta propia. «Las trabas a las importaciones y el mayor control sobre la acción de las empresas minaron la confianza y debilitaron la inversión», analiza el estudio.
Esas consideraciones son apuntaladas por las respuestas que dan los directivos de empresas cuando se los consulta sobre los planes de contratar personal. En octubre, SEL Consultores preguntó en 150 firmas si se tomarán empleados en 2013. Respondió que sí el 16%, en contraste con el 35% del año pasado. Los casos más significativos, señala María Laura Calí, directora de SEL, son los de bancos y laboratorios: en 2011 el 50 y 25% de las firmas, respectivamente, había dicho que ampliaría su dotación. Este año, ninguna.
La expectativa de caída de la cifra de empleados subió, por su parte, de 6 a 8 por ciento. Por no ser tan significativa el alza, podría estar marcando que el mercado seguirá con el freno puesto, más que en un proceso de destrucción de puestos.
La caída de planes para contratar, también reflejado en encuestas como la de Manpower, parece ser visualizada desde la población en general. Un informe de la Universidad Católica Argentina y TNS Gallup muestra que el porcentaje de quienes creen que en los próximos meses habrá menos puestos de trabajo subió de 8 a 25% entre octubre de 2011 y de 2012, y el índice de los que consideran que habrá más empleos cayó de 33 a 21 por ciento.
Más que la percepción, la constatación de que no hay tantas búsquedas de las firmas «lleva a que la gente, al necesitar ingresos, busque ocupaciones a veces precarias», define Eduardo Levy Yeyati, economista jefe de la consultora Elypsis.
Una incógnita está en lo que ocurrirá en el sector público, que en los últimos años incrementó su nómina y pudo disimular caídas en el sector privado. Según un informe del Ieral, entre 2003 y 2007 el empleo privado tuvo un crecimiento acumulado del 35% y el estatal, del 10 por ciento. A partir de 2008 la ecuación cambió: desde entonces, la ocupación avanzó 4% en las empresas y 18% en la administración pública. A eso se suma la fuerte desaceleración en la creación de empleo formal. «Que se alcancen sólo empleos precarios tiende a perpetuar las condiciones de pobreza e indigencia en las familias», advierte Capello desde el Ieral.
Lo importante hoy, cree Lindenboim, es que se defina el camino para recuperar una dinámica de creación intensa de empleos de calidad. La responsabilidad, dice, está en las políticas oficiales, pero también en los empresarios, «que se han bancado cuestiones que pudieron haber cuestionado». Cuestiones a las que, finalmente, parecen responder en la práctica, con menor inversión.