Según UNICEF, bajó la cantidad de chicos argentinos que viven en villas
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De acuerdo al relevamiento, en 2003, unos seis millones de niños y niñas vivían en asentamientos precarios. En la actualidad, son alrededor de dos millones. Como contrapunto, creció la cantidad de adolescentes que no estudia ni trabaja
En ocho años, el número de niños y adolescentes que vive en asentamientos precarios instalados en las urbes disminuyó significativamente: pasó de 6 millones en 2003, a unos 2 millones a fines del 2010, según destaca un informe de Unicef.
El dato es alentador, aunque no deja de preocupar porque son dos de cada diez chicos y adolescentes que habitan en las ciudades del país.
Otro indicador sobre el cual reposa la lupa el estudio de Unicef es la situación de la juventud. Por estos días, el 13,6% de los chicos de entre 15 y 24 años no estudia, no trabaja ni busca empleo. En 2003, en cambio, eran el 11,9 por ciento.
“Argentina ha mejorado en todos sus indicadores. Han sido logros muy importantes. La mejoría es general, pero claro, todavía hay déficits. Por eso hay que hacer énfasis en lo que va quedando atrás”, señaló Andrés Franco, representante de Unicef Argentina.
En el estudio, titulado “Estado Mundial de la Infancia 2012. Niñas y niños en el mundo urbano”, se muestra también que en los barrios de la zona norte porteña el nivel de abandono en la escuela secundaria es de 2,7 por ciento, mientras que en la región sur la cifra trepa a 17 por ciento.
Franco señaló que en las zonas urbanas el porcentaje de niños, niñas y adolescentes que no estudian, no trabajan ni buscan un empleo llegó al 13,6 por ciento en 2010, según datos brindados por el Indec.
En esa estadística, las provincias del Norte argentino vuelven a mostrar sus mayores déficits. Chaco (27,5%), Corrientes (25%) y Formosa (22,7%) son los distritos con más altos valores.
Entre los desafíos contemplados por el informe, Unicef instó a resolver el aumento de la migración, que contribuye a la expansión urbana; y reducir los posibles efectos de las crisis económicas, porque sus consecuencias se sienten más en las zonas urbanas.
Además, indicó que la exclusión de los niños, niñas y adolescentes en un contexto de desigualdad fomenta el crimen y la violencia, y que la pobreza urbana «se intensifica por la exposición a peligros naturales» como sismos e inundaciones.