La cuarta parte de los profesionales argentinos se recibió en la Universidad de Buenos Aires
Los especialistas destacan la calidad de sus profesores, la investigación científica y sus aportes en temas de políticas públicas. En sus casi dos siglos de vida, enfrentó a los gobiernos dictatoriales y resistió varias contrarreformas e intervenciones y el ingreso a la universidad de las políticas neoliberales de los noventa. En estos días, la UBA se esfuerza por recuperar protagonismo y superar la crisis institucional en la que se hundió en 2006, cuando concluyó su mandato Guillermo Jaim Etcheverry y los estudiantes resistieron la convocatoria a la asamblea universitaria.
En la UBA hay profesores de diferentes ideologías, cátedras pluralistas, multitudinarias asambleas estudiantiles, aulas superpobladas en facultades donde persisten los problemas edilicios; pero también laboratorios amplísimos y muy actualizados, nuevas tecnologías y las experiencias más diversas. Es que si hay una característica central de la UBA es su profunda heterogeneidad.
Pablo Buchbinder, historiador y profesor de la carrera de Ciencias de la Comunicación, trabajó en la reconstrucción de la historia para los festejos del 190º aniversario y señala sus problemas estructurales que, aclara, no son muy distintos a los del resto de las universidades públicas: la elevada deserción, el bajo porcentaje de graduados con relación a los ingresantes y la gran cantidad de años que lleva a sus alumnos recibirse en algunas carreras.
Casi tan vieja como el país. La UBA es la segunda universidad más antigua de la Argentina (la primera fue la Universidad de Córdoba, fundada en 1621). Nació dependiendo de la Provincia de Buenos Aires, cuando contaba apenas con un puñado de cátedras. Por ese entonces no existía el Estado-nación, que fue constituido muchos años después, con la participación activa de muchos de los hombres que poblaron las aulas de la universidad porteña.
El primer rector, Antonio Sáenz, fue un sacerdote de posturas independentistas. Había votado por la deposición del Virrey Cisneros en el Cabildo Abierto de la Ciudad de Buenos Aires el 22 de mayo de 1810, y se había opuesto a la doctrina del Derecho Divino de los reyes. En 1816 firmó el Acta de la Independencia en el Congreso de Tucumán.
“No siempre fue gratuita. El rosismo la privatizó. Era una universidad muy débil y Rosas dijo que no había fondos para esas minucias. Saca un decreto muy curioso, donde explica que los estudiantes tienen que pagar los gastos y si no reúnen el dinero necesario se cierra la universidad”, recuerda a PERFIL el ex rector del Colegio Nacional Buenos Aires e historiador de la Reforma Universitaria Horacio Sanguinetti.
La UBA fue pionera a la hora de aplicar los valores de la Reforma Universitaria de 1918: la libertad de cátedra, la autonomía y el cogobierno.
Universidad reformista. La primera reforma fue en 1871, por una rebelión estudiantil ocasionada por el suicidio del estudiante de Derecho Roberto Sánchez, que había sido aplazado en la mesa de Derecho Romano. Los estudiantes denunciaron a la universidad por su exigencia inhumana y constituyeron una Junta Revolucionaria Pro Reforma, integrada entre otros por quienes más tarde llegarían a ser destacados profesores y ministros: Estanislao Ceballos, Francisco Ramos Mejía y Lucio Vicente López. Esta Junta logró que el tema universitario se plasmara en el debate constitucional de 1873 en dos artículos específicos.
En 1886 se nacionalizaron las universidades de Buenos Aires y de Córdoba, tras la sanción de la Ley Avellaneda y con el impulso cultural de la generación del 80.
Más tarde llegaron las revueltas de 1904 y 1905 , que reaccionaron ante la supremacía de las Academias que manejaban las facultades. No se llamaba a concurso a los profesores y los cargos prácticamente se transmitían de padres a hijos. En 1904, tras una revuelta estudiantil que contó con el apoyo de profesores, tuvo lugar el primer concurso docente, que Honorio Pueyrredón ganó en la Facultad de Derecho.
Si bien desde 1900 ya funcionaba el Centro de Estudiantes de Medicina en la UBA, el impulso de las protestas estudiantiles llevó a la creación de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), en 1908. Recién diez años después, en el marco de la Reforma Universitaria, nació la Federación Universitaria Argentina (FUA).
“Sobre la autonomía universitaria, desde el ’83 hasta hoy, hay consenso de todos los sectores. Antes el peronismo no estaba de acuerdo, como se puede ver en sus leyes, en las que subordinaban la universidad al Poder Ejecutivo, pero hoy hay consenso”, dice Buchbinder.
Ese consenso fue plasmado por primera vez entre las distintas fuerzas políticas con el retorno de la democracia, según recuerda el ex ministro de Educación Andrés Delich, quien fuera presidente de la FUBA en 1983. La primera lista de reivindicaciones presentada a Raúl Alfonsín por el movimiento estudiantil “se fundó en la autonomía universitaria, el cogobierno y la libertad de cátedra”.
Delich había ingresado a la carrera de Económicas en 1981. La UBA en esos años estaba arancelada y los estudiantes debían atravesar una doble valla: el examen de ingreso y el cupo fijado para cada carrera.
Para la recuperación del movimiento estudiantil fue central una fecha: el 2 de abril de 1982, cuando se declaró la Guerra de Malvinas. Se instalaron mesas en Económicas para que los estudiantes se registraran para donar sangre. Fue el inicio de la vuelta del movimiento estudiantil a los claustros.
“Prácticamente la FUBA había desaparecido. En los 70 había estado muy ligada a Montoneros y cuando pasaron a la clandestinidad lo hizo casi toda la cabeza de la Federación. No quedó nada. En 1983 hacía diez años que no había representación estudiantil”, recuerda Delich.
Ernesto Villanueva, actual rector de la Universidad de Florencio Varela y rector de la UBA en 1973, rescata la masividad de la universidad de los 70 y cree que parte de la historia escrita se basó en miradas restringidas de quienes participaron de la exclusión del peronismo a partir de 1955.
“El peronismo no fue antirreformista. La gratuidad es un logro de un gobierno peronista. La universidad de los 70 era parte de un proceso revolucionario. En un año se cambiaron más de la mitad de los planes de estudio y se invirtió la relación asimétrica entre el profesor y el alumno, siguiendo a Paulo Freire. Desde una perspectiva histórica, eso perdura hasta estos días”, dice Villanueva.
Casi treinta años de democracia. El primer rector normalizador de la democracia argentina en la UBA fue Francisco Delich, en tiempos en que una coincidencia se tornó paradójica: padre e hijo conducían, respectivamente, la principal universidad y la Federación estudiantil porteña. Las primeras medidas que tomó Delich padre fue anular los aranceles y el cupo en las carreras de grado. En 1984 hubo examen de ingreso en las facultades, aunque se bajó la promoción de 7 a 6. Y eso trajo los primeros conflictos con el estudiantado, que persistieron hasta que se creó el Ciclo Básico Común (CBC) y se eliminaron los exámenes iniciales.
Después vinieron los 16 años de Oscar Shuberoff, el único rector con tres reelecciones en la UBA. Fueron años de predominio de Franja Morada en las facultades, con dos sectores que se disputaban el poder en la UBA: los shuberoffistas, que respondían en el partido a Coti Nosiglia, y los del Ateneo del Centenario, que lideraba Jesús Rodríguez. Shuberoff, quien falleció en 2010, terminó su último mandato en una asamblea donde tuvo que soportar los huevazos con que lo corrieron los dirigentes estudiantiles. Fue uno de los más importantes conciliadores y constructores de poder político en la UBA, pero también fue muy cuestionado por sus opositores. Desde el Rectorado resistió en los años 90 los recortes presupuestarios, el intento de arancelamiento y la instauración de un sistema de ingreso. Esa pelea tuvo como principales protagonistas a Shuberoff y al entonces decano de Medicina, Luis Ferreira, y se hizo pública cuando el médico, con alianza de los funcionarios nacionales, logró instalar un curso de ingreso en su facultad, el CPI, que Shuberoff nunca reconoció y llegó a cuestionar ante la Justicia.
Alicia Wigdorovitz de Camilloni, profesora emérita de la UBA, quien acompañó a Shuberoff en toda su gestión, destaca el trabajo de poner en vigencia el estatuto universitario y la búsqueda de consenso. “Lograr acuerdos entre personas que pensaban diferente, que adherían a sus facultades o sus disciplinas y tenían que empezar a pensar como un todo llevó un gran trabajo”, recuerda.
La profesora, quien se jubiló pero aún tiene a su cargo la cátedra de Didáctica I, destacó que en los primeros años de democracia se revisaron todos los planes de estudio y se crearon nuevas carreras, pero “con extremo cuidado, no como ocurre en algunas universidades donde proliferan nuevas carreras creadas con pedacitos de otras”.
La lucha por el presupuesto universitario se llevó mucha energía. Shuberoff llegó a amenazar públicamente al gobierno de Carlos Menem de cerrar la universidad por no tener plata para pagar ni la luz y el agua. Actualmente parece que las cosas van mejor. El presupuesto girado este año a la UBA es de casi 2.500 millones de pesos y se envían un 250% más de fondos a las universidades que cinco años atrás.
El presidente de la FUA, el estudiante de Economía Ignacio Kostzer, dice a PERFIL en diálogo desde Chile, donde viajó en solidaridad con la lucha universitaria, que el 95% del presupuesto sigue destinado a pagar salarios. “Ese ahogo presupuestario lleva a las autoridades a la búsqueda insaciable de recursos propios, ofertando servicios de la universidad en el mercado, al mejor postor”.
Kostzer, militante de la agrupación de izquierda La Mella, enfrentada a la conducción actual de la UBA, una alianza de peronistas y radicales, cree que la universidad no puede ser apenas “una máquina expendedora de títulos” sino que debe jugar un papel “como formadora de opinión”.
Los especialistas coinciden en que la UBA está en plena etapa de recuperación tras la crisis institucional de 2006, cuando la asamblea para elegir un nuevo rector, Rubén Hallú, debió hacerse en el Congreso Nacional, custodiada por la policía. “Está muy criticada y calumniada. Creo que es perfectible, pero sigue lejos estando muy por encima de otras universidades de Latinoamérica. Hay realidades muy diferentes, depende de las facultades, pero hay algunas muy prestigiosas: Derecho, el Colegio Nacional Buenos Aires, Ciencias Económicas… tienen una gran calidad. Hay otras más escandalosas y criticables, pero en general yo defiendo a esta universidad que hace un gran esfuerzo para devolverle a la sociedad el apoyo que le da”, declaró Sanguinetti.