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Los argentinos son los ciudadanos americanos que más reclaman en las calles

Los argentinos son los ciudadanos americanos que más reclaman en las calles
La Argentina es el país más contencioso del continente, según surge de un trabajo académico realizado en 24 países de América latina y el Caribe, además de Estados Unidos y Canadá. Contencioso, según la Real Academia, es la persona que por costumbre contradice o disputa todo lo que otras afirman, aunque aquí, obviamente, se alude al fenómeno de los cortes de calles, rutas y puentes por parte de los más variados sectores sociales. El trabajo revela que la proporción de argentinos que en el último año protestó o se manifestó en las calles es mayor que la que acudió a alguna de las instancias estatales de resolución de conflictos, tales como elevación de pedidos a legisladores, intendentes, concejales y funcionarios o participación en reuniones convocadas por la intendencia local. En otras palabras, los cortes se convirtieron, respecto de las vías institucionales, en un método privilegiado para satisfacer protestas, debido, sencillamente, a su mayor eficacia. Una tercera magnitud completa el fenómeno: casi no hay país donde la protesta sea más tolerada que acá.
Pero la Argentina también es, hay que decirlo, el país en el que, pese a las protestas, el descontento nunca llega a poner en duda el apoyo al sistema democrático.
Estas son dos de las conclusiones más destacadas del informe ‘Consolidación democrática en las Américas en tiempos difíciles’, realizado por la Universidad Torcuato Di Tella y la Vanderbilt University.
Todo el estudio explora en detalle la percepción de la repercusión en cada país de la crisis económica mundial de 2009, iniciada en 2008. ‘Aunque el rompimiento generalizado de la democracia parece inconcebible en América latina después de tantos años de estabilidad democrática -dice Germán Lodola, autor del capítulo argentino del informe-, lo ocurrido en Honduras y el deterioro continuo en Venezuela muestran que la democracia sigue siendo frágil en algunos países’.
Con un total de 40 mil entrevistas realizadas desde Canadá hasta Tierra del Fuego, se intentó saber cuánto podría minar a las democracias la crisis económica. No sorprende corroborar que si es por el impacto de la crisis mundial, la Argentina salió relativamente bien parada, suerte muy distinta cuando se hurga en la percepción de los ciudadanos frente a la criminalidad y la corrupción. Sólo los peruanos se sienten más proclives que los argentinos a ser víctimas de un asalto o un robo. En cuanto a corrupción, de acuerdo con la encuesta, los argentinos creen -se trata de eso, de percepciones- que acá es muy alta: para una marca más pesimista hay que irse a Trinidad y Tobago, Jamaica o, de nuevo, a Perú.
En el campo político se ventilan más peculiaridades locales, muy estimulantes, sin duda, para los investigadores académicos, que encontrarán en esos laberintos nuevas ocupaciones. Una es la paradoja de que se registre una bajísima tasa de confianza de los argentinos en la calidad de las elecciones y en los partidos políticos, y a la vez se declaren altos niveles de participación política, por lo menos en comparación con lo que sucede en los otros países.
Otra paradoja: la compra de votos y el clientelismo político paga menos, dirían en el Hipódromo, de lo que habitualmente se supone. La encuesta sugiere que una buena parte de los que de uno u otro modo ‘venden’ su voto son desleales cuando se quedan solos en el cuarto oscuro.

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