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Se consume más cannabis y menos paco

Se consume más cannabis y menos paco
“Fui consumiendo infiernos para salir de vos”, reza el famoso tema de Bersuit Un pacto, que le canta a la cocaína. Delicada metáfora para explicar el perpetuo combate de mucha gente contra las drogas, combate que luego del fallo de la Corte Suprema en favor del consumo y tenencia personal de marihuana, cambió de intensidad y foco. 
En la calle, en los barrios más postergados, comienzan a sentirse los coletazos del derramamiento de esta flexibilización de las penas. Tal es así que el consumo de cannabis empezó a barrer a otras drogas mucho más nocivas en las consultas y atenciones por problemas de adicciones que llegan a los centros de tratamiento del Gobierno porteño. 
Los datos son contundentes: entre 2008 y 2010 creció un 68% el consumo de marihuana como droga de inicio, mientras que el paco bajó un 31% en el mismo período. Hace dos años, el 44,2% de las personas en situación de calle y de bajos recursos que se trataron con los especialistas en adicciones del ámbito porteño tuvieron su primera experiencia con el cannabis, mientras que en los primeros cuatro meses de 2010 fueron el 74,5 %, según un informe del Ministerio de Desarrollo Social porteño al que accedió PERFIL. 
El paco, la droga más corrosiva, adictiva y que más golpea, se robaba el 9,1% de los tratamientos en 2008, pero en 2010 bajó al 6,3%, siempre, considerando ambas como droga de inicio. 
Según los datos del Ministerio que comanda María Eugenia Vidal, la sustancia legal de mayor consumo sigue siendo el alcohol (54%) y le sigue el tabaco (31,27%). Pero de las ilegales, la más consumida es la marihuana, con el 7,74% de los pacientes atendidos. 
En 2009 se trataron en toda la Ciudad, según cifras oficiales, unas mil personas –en condiciones de vulnerabilidad social– por problemas relacionados con las drogas, y se espera que este año se atiendan en total cerca de 1.500. 
“Hay un pensamiento generalizado de que la marihuana no hace tan mal y el fallo de la despenalización no ayudó en nada, porque muchos chicos piensan que la pueden controlar, pero después la usan para pasar a otra más fuerte”, se preocupa Carolina Stanley, presidenta de la Comisión de Promoción e Integración social de la Legislatura porteña. 
Para la diputada de PRO, además, “es más nociva de lo que piensan los chicos y el problema es la sensación de que es manejable por el tipo de efecto que produce. Eso no sucede con el paco”. 
El fallo. En agosto de 2009, la Corte Suprema resolvió declarar la inconstitucionalidad del artículo 14 de la Ley de Estupefacientes que reprimía la tenencia de drogas para consumo personal con prisión de un mes a dos años . Los jueces, con ese fallo inédito y unánime, abrieron la puerta para una despenalización de facto del consumo de marihuana. 
Algo que, para el Gobierno porteño, aceleró su penetración en los sectores más postergados y, además, potenció la pérdida de la idea del riesgo de consumirla. 
Para fundamentar la hipótesis, encararon una encuesta a vecinos de entre 15 y 65 años. Una de las conclusiones más contundentes es que se duplicó en dos años la percepción de que fumarla no produce ningún riesgo. En 2008 el 2,8% de los entrevistados no la consideraba riesgosa, mientras que en lo que va de 2010, el 6,4% también dejó de verla como peligrosa. 
Algo parecido sucedió con la sensación de que es fácil conseguirla. Mientras que en 2006 el 45,4% creía que era no era complejo, este año el 62,6% así lo cree. Es decir, un aumento de un 37% en sólo cuatro años. “La gente percibe que es más fácil conseguirla y comprarla y además que no tiene efecto el consumo reiterado, que no trae consecuencias. Si a eso se le suma un discurso social de tolerancia, terminás matando a los chicos más postergados”, se enoja Soledad Acuña, subsecretaria de Promoción Social del Gobierno porteño. 
Otro dato: más del 90% de los entrevistados de entre 41 y 65 años cree que aumentó el consumo en el último año. Y del total del universo encuestado, uno de cada diez probó marihuana en 2010. La cifra se duplica si se considera a los jóvenes de entre 15 y 25 años, de los que el 40,5% respondió que fumaron alguna vez en su vida. 
“Nosotros cuestionamos el discurso de la despenalización porque afecta directamente a los más vulnerables, es una política que le da más armas a los pobres para que se suiciden”, criticó la funcionaria.
Los datos la acompañan: el 85% de los encuestados probó otras drogas después de haberla consumido. Además, es en las personas con menor nivel de instrucción donde más se percibe esta tendencia: en los estratos bajos, cuatro de cada diez personas respondieron que después de la ley se puede consumirla con mayor libertad, y un tercio, que es más fácil comprarla.
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Les ofrecen fumar marihuana para que no caigan en el paco
 
Una de los resultados menos esperados luego de analizar los testimonios de los chicos que llegan con problemas de drogas a las 23 dependencias del Gobierno porteño –algunas compartidas con ONGs– es el inesperado uso de marihuana para postergar el consumo de la pasta base.

Entre las familias que viven en la calle, que se organizan en lo que se conoce como “ranchadas”, los chicos mayores, que promedian los 16 años, “cuidan” a los más chicos, de entre 9 y 11, ofreciéndole cannabis para que no caigan en el consumo temprano de pasta base.

Soledad Acuña, encargada de articular la prevención del consumo dentro del Ministerio de Desarrollo Social, lo explica: “Los más grandes usan la marihuana para dilatar el consumo de paco en los más chicos, para atrasarlo. Es una forma de proteger a los chiquititos, que a veces buscan consumir paco por el frío”, explica. “Los que tienen más experiencia saben lo destructiva que es la pasta base, entonces les ofrecen fumar porque el paco rompe los códigos de convivencia en la calle, pero la marihuana se usa como reguladora y para abrir el apetito antes de que vayan a los comedores del Gobierno”, confirma.

Esta práctica se da esencialmente en las familias que viven en la calle y que se focalizan esencialmente en Retiro, Microcentro, Once, Constitución, Palermo, Belgrano y Caballito. Los más de 700 chicos que viven en la calle sin familia también son parte de estas “ranchadas”. Cerca del 80% consume algún tipo de droga, según el Gobierno, y son parte de este fenómeno en el que una droga menos corrosiva se usa para barrer a una más fuerte. “Notamos un crecimiento en el consumo de marihuana según el propio relato de los chicos”, explica Acuña, que cree que, además, el discurso de la despenalización también ayuda a torcer los valores de los más pobres y de caer antes de tiempo, o con menor prejuicio, en el consumo de drogas.

fuente: diarioperfil.com

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