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La mayoría de los argentinos dice no importale las dietas para bajar de peso

La mayoría de los argentinos dice no importale las dietas para bajar de peso


Una encuesta realizada por la empresa TNS Argentina sorprende con el siguiente resultado: a siete de cada diez argentinos les importa un bledo contar calorías.

Según el relevamiento, el 67% de la población encuestada (1.001 adultos provenientes de la Ciudad de Buenos Aires, el GBA y el interior del país) jamás en su vida hizo una dieta y un 76% nunca o casi nunca consumió un alimento light. Las razones para no hacerlo son variadas (ver aparte) y sólo en un 10% están relacionadas con motivos económicos (“lo light es caro”). De ahí que la encuesta de TNS deje al descubierto una tendencia más cultural que monetaria: a la mayor parte de los argentinos, sencillamente, el cuidado milimétrico del cuerpo no le resulta un tema relevante; un punto de vista que invita a hacer una pregunta: ¿se viene el fin del reinado de las bajas calorías?

Para el doctor Alberto Cormillot, el reino no se acaba porque en realidad nunca empezó: “En la Argentina, la idea de ‘cuidarse’ no responde a una conducta, sino a un discurso que no se lleva a la práctica, o que es llevado de modo espasmódico –opina–. Los argentinos nunca se cuidaron” (ver aparte). En cambio, para Sergio Britos, profesor titular de Política Alimentaria de la Escuela de Nutrición de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA), este sorprendente porcentaje de argentinos “antidieta” puede atribuirse a que los consumos controlados están tan incorporados a la vida cotidiana de la población, que ya ni siquiera se cuentan como parte de un régimen. “Hay gente que come sano o se controla con la comida, pero no por eso siente que esté a dieta –explica–; y a su vez hay cada vez más productos que no están inscriptos en el discurso de lo ‘bajo en calorías’, sino en el discurso de ‘lo sano y natural’, que está emergiendo como tendencia futura en el mundo de la nutrición y los agronegocios. De todas formas, esta cifra no debería sorprender: si salimos de los conglomerados urbanos, es de prever que los números suban. Si tenés a más de un 40% de la población nacional bajo la línea de pobreza, lo lógico es que la gente esté más preocupada por comer que por hacer dieta”.

De acuerdo con la encuesta de TNS Argentina, las costumbres antidieta –tal como supone Britos– aumentan en el interior y entre las clases bajas: mientras que sólo un 37% de la población ABC1 admite haber vivido lejos del mundillo light, esta cifra trepa al 71% en el otro extremo de la escala social. Asimismo, el 69% de la población encuestada en el interior nunca hizo dieta, en tanto esta cifra promedia el 58% en Ciudad de Buenos Aires y GBA. Para la nutricionista Cristina Banzas, integrante del Grupo Educador en Salud y Alimentación (GESA), esta diferencia entre las áreas urbanas y las periféricas no refiere sólo a un tema monetario. “En el interior se usa más la bicicleta y se camina más, y esa actividad física permite que la gente no incluya el cuidado calórico como un ‘tema’ a tener en cuenta –subraya–. No hay tanto cuidado con el peso, sumado a que el bombardeo publicitario no es tan insistente como en las grandes ciudades. A su vez, en las ciudades se hace más dieta porque hay que reducir al máximo la cantidad de calorías que llegan con el estrés y el sedentarismo propio de la vida urbana”.

Así y todo, en las zonas urbanas casi seis de cada diez personas –aun estando sujetas a factores de estrés y sedentarismo– no restringen lo que ingieren ni consumen productos BC. Y, muchas veces, esta elección viene de la mano de un factor de credibilidad: la gente, dice Banzas, no confía en las etiquetas. “Tengo pacientes que me dicen: ‘Aunque diga que es light no creo que sea cierto’ o ‘No confío en el producto’ –cuenta Banzas–. En general, el problema es que la gente quizás conoce a alguien que consume estos productos y que igual sigue con sobrepeso. ¿Por qué no adelgazan? Porque no se tiene en cuenta que la población consumidora, cuando come light, a veces ingiere tres veces más porciones que si comiera un alimento convencional. De ahí que los efectos no se noten y que la gente suponga que ‘lo light no funciona’”.

nota completa: criticadigital.com.ar

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