La mayoria de los jóvenes argentinos vive en hogares con pocos libros
El Informe 2008 del Sistema de Información de Tendencias Educativas en América latina (Siteal), realizado por el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación, la Unesco y la Organización de Estados Iberoamericanos, reveló que seis de cada 10 adolescentes escolarizados de Argentina viven en hogares que tienen menos de 25 libros. La cifra es muy baja si se tiene en cuenta la cantidad de integrantes de una familia promedio.
Aunque el dato no implica necesariamente que los jóvenes lean más o menos (pueden buscar libros en bibliotecas o pueden tenerlos y no usarlos), los autores del documento señalan que la cifra marca «un contexto cultural letrado débil, que parece no estar muy difundido entre las familias».
Los adolescentes heredan de sus familias un ambiente que no es el más apropiado para estimular la lectura. Por lo tanto, el problema también es de los adultos.
En Argentina, el 31,4 por ciento de los adolescentes escolarizados tienen menos de 10 libros en sus hogares. En tanto, el 59 por ciento posee menos de 25 ejemplares en sus bibliotecas.
Chile y Uruguay son los países de la región con los mejores indicadores. Casi seis de cada 10 adolescentes uruguayos atesoran más de 25 libros en sus hogares, mientras que sólo el 47,2 por ciento de los adolescentes chilenos están por debajo de esa cifra.
El informe fue confeccionado a partir de los resultados de las Encuestas Permanentes de Hogares de 16 países de América latina. Los números corresponden al período 2001-2006, época en la que el acceso a la educación media de los adolescentes aumentó en un cuatro por ciento en los países de la región, con un importante aporte de sectores populares que, en décadas anteriores, quedaban afuera de la escolarización.
Para la pedagoga Lucía Garay los adolescentes argentinos no tienen un déficit importante en el uso de la lectura, en comparación con otros países de la región.
«En las escuelas, hay un sector social que antes no accedía. En los sectores populares no hay tanta tradición de la lectura, si no que acceden a la información a través de otros medios como la radio», señaló.
El rol de la escuela. Lucía Robledo es especialista en literatura infantil y dicta cursos para los docentes que están preocupados por la promoción de la lectura. Para ella, la escuela es «la vía más corta y casi privilegiada» para que los adolescentes se interesen en los libros.
Sin embargo, la preparación de los docentes y las estrategias pedagógicas distan de ser las ideales. «Lamentablemente, los maestros no leen mucho y salvo excepciones, el tema no se toca en la formación docente. En la Universidad no hay un sólo seminario sobre Literatura Infantil, que es un campo enorme y muy antiguo. Los cursos no alcanzan para suplir lo que tiene que ser una sólida preparación profesional», indicó.
Lejos de estimular el placer por la lectura, en muchas escuelas los textos se utilizan sólo como medio para desarrollar otros contenidos. «Hay que desescolarizar el acto de la lectura, que no sea una obligación, ni que traiga oculta la tarea para otra materia. No debe tener el cuchillo bajo el poncho», aconseja Robledo, convencida de que los jóvenes aún pueden disfrutar de la lectura.
«Cuando se deja leer libremente, por el puro placer y el encanto, hay muchos chicos que se interesan por la literatura y por los textos vinculados con la ciencia», aseguró.
Para Robledo, los docentes deben tener en cuenta, fundamentalmente, la selección de materiales. «Calidad literaria, buenas ilustraciones y que en el texto no haya moralinas, que enseñen, a la manera del conductismo, la verdad y la belleza», recomendó.
Letras versus pantallas. El Informe 2008 del Siteal indica que, a diferencia de la cultura letrada, los medios audiovisuales se afianzaron en Latinoamérica con altos niveles de cobertura, sin generar diferencias socioeconómicas considerables. El estudio puntualiza que «es un hecho ya constatado que la televisión es el medio de información y entretenimiento más difundido en la región».
Por su parte, Internet todavía tiene una distribución desigual entre diferentes países y clases sociales. Sin embargo, los autores del informe estiman que, al igual que sucede en otros puntos del planeta, su acceso tenderá a la universalización.
A pesar de la disponibilidad creciente, los adolescentes prefieren usar las nuevas tecnologías para objetivos que no son necesariamente educativos.
En Argentina, sólo el 34,8 por ciento de los adolescentes miran regularmente o muy regularmente programas televisivos orientados a las ciencias sociales. La cifra está muy por debajo de los datos en Colombia, donde el 59, 5 por ciento de los jóvenes buscan regularmente o muy regularmente esos contenidos.
En la televisión, la elección de los públicos aparece condicionada por la programación disponible. Sin embargo, frente a la oferta casi ilimitada de Internet, las elecciones de los alumnos de la educación media no varían demasiado.
En Argentina, el 50,3 por ciento de los adolescentes reconoce que casi nunca visita sitios de Internet relacionados con las ciencias. Mientras, el 27,8 por ciento lo hace sólo a veces.
Para el psicólogo educacional Horacio Maldonado, las nuevas condiciones son un «desafío presente» para todo el mundo adulto. «Una de las dificultades es que los padres están por detrás de los hijos y los maestros por detrás de los alumnos en estos nuevos territorios. Los jóvenes son hoy los principales usuarios y ciudadanos de Internet», opinó.
«Es una realidad que la lectura en papel va perdiendo popularidad entre los jóvenes, en función de que el soporte de estos tiempos es la pantalla. La nueva cultura se vehiculiza con una lectura más acotada, más pragmática y más uniforme», señaló Maldonado.
El alto precio de leer. Otro elemento a tener en cuenta a en la falta de libros en los hogares es su alto costo. En las librerías de Córdoba, un ejemplar de Crepúsculo, éxito editorial del momento, cuesta entre 45 y 60 pesos. Los clásicos para niños y adolescentes, a su vez, se consiguen a precios cercanos a los 20 pesos.
Fuente: La Voz del Interior