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Noruega: radiografía del país que vivió su peor tragedia

Noruega: radiografía del país que vivió su peor tragedia

El premier Jens Stoltenberg se dirigió ayer a una nación pasmada luego de las masacres de Oslo. “Esto va más allá de cualquier comprensión”, dijo el noruego en conferencia de prensa en la capital del país nórdico. “Es una pesadilla.” Para un país que creció como una democracia estable por varias décadas, una masacre con motivaciones políticas perpetradas por un ciudadano suena ciertamente incomprensible.

La opulenta Noruega –con una deuda externa prácticamente

inexistente y con recaudaciones de crudo de casi 21.000 millones de libras esterlinas cada año– es el modelo de la democracia moderna. Sus altos estándares en salud y educación llevaron a que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) posicione a Noruega como uno de los diez países más felices del mundo. Previo a eso, la fundación de caridad Salven a los Niños puso en primer lugar al país nórdico como el mejor lugar para ser madre. También ayudó la estabilidad política del período de posguerra. Stoltenberg creó un Partido Laborista a imagen y semejanza del británico, como una alternativa radical al statu quo imperante. Ahora ya forma parte del establishment. La aristocracia laborista estuvo en el poder durante 26 de los últimos 40 años y gobierna en coalición con los Verdes.

Stoltenberg, un ex periodista, se ha convertido en parte de ese establishment. Entró a través de la maquinaria del partido, pasando muchos veranos en la isla Utoya, pero como líder intentó cambiar las creencias estatistas de los comienzos. En los inicios de su mandato –hace una década–, Stoltenberg hizo enojar a muchos dentro de su partido al aplicar reformas al Estado de Bienestar, incluyendo una privatización parcial de una serie de corporaciones y servicios estatales. El electorado respondió otorgándole al laborismo sólo el 24 por ciento de los votos.

También Noruega, una nación homogénea, es vista como amigable respecto de los inmigrantes. Más del 11 por ciento de la población está catalogada como tal. El franco aumento de ellos en los últimos años le ha dado a Oslo la reputación de ciudad con más rápido crecimiento por la inmigración en aumento. La mayoría de ellos vienen de las afueras de Europa occidental. Sin embargo, el influjo no resultó en preocupaciones sobre cohesión social y terrorismo, que sí se expresó en otros países europeos. Noruega, convencida de la estabilidad de su pueblo, puede haber notado un aumento en el sentimiento antiinmigrante, pero no lo tomó como un problema. De hecho, en un informe anual de amenazas terroristas publicado en enero, los servicios secretos de inteligencia dieron a conocer que la actividad dentro de las comunidades de extrema derecha e izquierda estaba aumentando respecto del último año. Pero concluyeron que no era una amenaza seria para Noruega en 2011.

El caso de Anders Behring Breivik forzó a cambiar la mentalidad de la peor forma. La evidencia sugiere que se trata de un extremista de derecha muy frustrado: un fundamentalista cristiano, fanático de las armas y con una fijación contra el laborismo, posiblemente miembro del Partido del Progreso. Esta agrupación de derecha –que pide terminar con la inmigración de manera radical– fue fundada en 1970 y ya se convirtió en el segundo partido más grande de Noruega. Este crecimiento se debe en gran parte al propio laborismo. Luego de leer los comentarios de Breivikis en los sitios ultramontanos, los académicos sugieren que es probable que el asesino haya sido influenciado por el ascenso de los grupos antimusulmanes, cuya actividad creció en Noruega durante 2010.

Asbjorn Dyremdal, profesor de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Noruega, especializado en grupos extremistas, dijo que Noruega ha sido testigo de un pase del extremismo neonazi a los ataques nacionalistas y antiislámicos en los últimos años. “Breivik parece tener posturas antirracistas pero también antiislámicas, ligadas a religión, etnia y cultura. Es fuertemente antiestatista y culpa al gobierno de dejar avanzar el elemento musulmán”, explicó el catedrático.

Se trata de un submundo que se estuvo gestando en la oscuridad por años, pero que ahora Noruega ve salir a la superficie. Hay cada vez más gente que cree que el país nórdico está compartiendo sus riquezas con demasiadas personas. Esas demandas, por más inaceptables que sean, deberán ser canalizadas de alguna forma. Muchos noruegos están preocupados porque, en un país en donde la seguridad nunca fue prioridad, sus libertades ampliamente usufructuadas durante todos estos años ahora podrían finalmente verse cercenadas.

“No deberíamos dejar que el miedo paralice nuestra habilidad para pensar y discernir”, escribió Harald Stanghelle, el editor de política del diario Aftenbladet. “No debemos sacrificar todo en el altar del miedo.” El ministro de Justicia, Knut Storberget, admitió que la masacre cambiará la faz de Noruega. “Espero que valoremos más el trabajo democrático y de-sinteresado que hacen las organizaciones voluntarias de los jóvenes”, agregó.

 
fuente: Página/12

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