Dos de cada 10 empleados argentinos están en riesgo de quedar desocupados
El relevamiento, realizado en el último trimestre de 2010, que incluyó 5682 casos, detectó que el 20,7% de las personas con alguna ocupación quedaron desempleadas al menos una vez dentro del año previo. El indicador habla de la existencia de un grupo de personas que, si bien están ocupadas, por su historia laboral reciente están más expuestas que otras a caer en la desocupación. Es un fenómeno vinculado, en alguna medida, con la alta informalidad y el uso abusivo de formas de contratación temporal.
Es, por otra parte, una variable para el análisis de la realidad laboral que va más allá del índice de desempleo. Según anticipó anteayer la presidenta Cristina Kirchner, la tasa medida por el Indec se ubicó en el 7,3% en el segundo trimestre.
La medición del índice de «riesgo de desempleo» elaborado por la UCA para la población urbana va más allá de la calidad del empleo porque lo que observa es si hubo situación de desocupación en los 12 meses previos a la encuesta. De hecho, entre las personas con ocupaciones consideradas precarias, la inestabilidad se amplía al 25,1%, en tanto que entre los subempleados el índice llega al 56,4 por ciento. Los índices no varían demasiado en función de la edad de los trabajadores: la tasa de riesgo se reduce significativamente, respecto del promedio, sólo para quienes tienen 60 años o más.
En cambio, a menor nivel educativo o socioeconómico, el índice se eleva fuertemente.
Satisfacción y felicidad
Vinculado con la inestabilidad pero también con otros factores, la encuesta detectó también que el 21,6% de los ocupados se manifiesta insatisfecho con su situación laboral. También en este caso la percepción varía considerablemente según el tipo de puesto al que la persona pudo acceder. La tasa más elevada de insatisfacción -del 49,5%- se da entre quienes tienen un subempleo inestable y entre quienes, más allá de la condición de su puesto, se ubican en un estrato social muy bajo.
El relevamiento sobre la deuda social también se propuso indagar en la influencia que tiene la condición del empleo en la percepción de felicidad. Se detectaron diferencias, aunque no significativas: en una escala del 1 al 10 (en la que 10 significa la total sensación de felicidad), el promedio de las respuestas de quienes tienen pleno empleo resultó de 8,2 puntos, mientras que fue de 7,8 entre los ocupados con empleo precario o con subempleo indigente. Tampoco se observó demasiada variación en la percepción de felicidad entre los diferentes estratos sociales.
Un factor vinculado con la condición tanto económica como laboral de una persona es el acceso a una cobertura de salud brindada por una obra social o una empresa de medicina prepaga. Según la encuesta de la UCA, el 32,4% de la población urbana del país depende, para su atención sanitaria, exclusivamente del hospital público. Y mientras que un 47% accede a una obra social, otro 12,4% acude al PAMI y el 8,2% restante, a un plan de medicina prepaga.
Claro que en este caso sí se observan fuertes diferencias según la situación social de cada familia. En el estrato muy bajo de la población, el 52,5% depende del hospital público y un 22,9% tiene obra social; en el sector medio alto la afiliación al sistema privado abarca al 19,8% de la población, y las obras sociales dan cobertura al 67,4 por ciento..