Opinión: la militancia, más variada, menos revolucionaria
Una mirada sobre la participación política en el Día de la Militancia
por Diego Corbalán
En el día de la militancia se revalida el debate acerca de nuestra participación en la discusión pública sobre temas de interés común. ¿En qué anda la militancia en la Argentina? ¿Es una realidad o sigue siendo un deseo de participación?
Justamente la militancia es la participación. Es sumarse física o incluso virtualmente a grupos que persiguen ideas comunes. Por eso, cuando hablamos de militancia, hablamos de ideología. Y cuando hablamos de ideología, quedamos parados al borde de la acción política, sobre todo, cuando a lo ideológico lo ponemos en marcha con hechos políticos. La militancia, entonces, concentra lo ideológico y lo político.
Una vez definida conceptualmente la militancia cabe preguntarnos, ¿hay más o menos militancia en comparación con décadas pasadas? Es difícil responder de inmediato esa pregunta. Lo claro del planteo es que hoy hay más ideologías y más modos de participación. Con lo cual, la militancia de hoy tiene modos muy distintos de manifestarse. El problema de nuestro presente es la intensidad de la misma.
En estos tiempos que vivimos, somos capaces de sumarnos a causas múltiples. Por una bandera futbolera, por los derechos de una minoría social, por la defensa de los animales, por el buen respirar o hasta por la búsqueda del placer tántrico. En la Argentina se ven muchos de estos motivos “movilizadores”. Pero asimismo, también vemos como la militancia clásica, por así llamarla, sigue vigente.
En los últimos años hemos ido observando cómo la participación de los jóvenes en la política va en aumento. Y, sobre todo, estamos advirtiendo que, a su vez, mejora la calidad de dicha participación. Sin dudas estamos recuperando años perdidos. Estamos reincorporando a los ciudadanos a la participación. No como una mera formalidad, como puede ser el voto. También se advierte que la militancia cobra vida como participación intensa, con el fin de influir en las decisiones de gobierno. Esto es así tanto en nuestro barrio, en nuestra organización gremial como así también en nuestro gobierno regional o nacional.
Con el siglo XXI andando, sin dudas, la militancia se muestra revitalizada, presente en las calles. ¿Acaso las recurrentes marchas y piquetes que surgieron a instancias del modelo neoliberal y que hoy aún persisten por otras razones no son una muestra de esa voluntad de participar para lograr que se reconozcan reivindicaciones de distintos colectivos?
Militar es participar en clave de consenso entre pocos o muchos. Si el compromiso militante fuese un sentimiento todavía más difundido seguramente tendríamos a una sociedad más predispuesta a conseguir el entendimiento entre sectores dispares. Los distintos grupos llegarían mucho más preparados y organizados para enfrentar discursiva y políticamente al contendiente.
La historia del siglo XX en la Argentina, por caso, demostró que la ausencia de una auténtica militancia de la derecha criolla dentro de un partido político genuino, legítimo y democrático derivó en que sus necesidades se atendieran con sucesivos golpes militares. Tal vez si hubiese tenido SU partido con auténtica militancia interna, el derrotero del siglo pasado hubiese sido otro: al menos habríamos tenido menos interrupciones democráticas y más gobiernos conservadores.
El problema que subyace en nuestros tiempos, aún al borde de cumplir 30 años de democracia ininterrumpida, es que todavía vemos una débil participación ciudadana por muchas causas que se creen justas. Por eso no hay que molestarse con los cacerolazos, aún con los más distinguidos, paquetes y clasistas. Después de todo, eso también es militancia, aunque la movilización sea por reclamar tener derecho a comprar un puñado de dólares.
La participación y la defensa de lo creemos justo es una acción política necesaria para nuestra sociedad, como quedó demostrado en nuestra historia reciente, desde los peores momentos alcanzados en el menemismo hasta el presente kirchnerista con gendarmes y prefectos en la calle o el denominado «8N», por sólo citar algunas de las movilizaciones más recientes y resonantes.
No le tengamos miedo a la movilización de “los otros”. Preguntémonos, en todo caso, en qué andamos nosotros, con nuestras ideas y con nuestra vocación de “militarlas”.
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