Jóvenes argentinos: entre el entusiasmo económico, el escepticismo por la política y la ampliación de derechos
El debate por el proyecto para permitir que los jóvenes puedan votar desde los 16 años puso en la superficie opiniones que parten desde el mundo adulto mayoritariamente, pero en menor medida desde la cotidianeidad y la perspectiva de los propios adolescentes.
La iniciativa oficialista para habilitar el voto desde los 16 años reinstaló el debate en torno a los jóvenes y los niveles de responsabilidad por su propio futuro y por el de la sociedad que integran. Sin embargo, no siempre las opiniones sobre los adolescentes parten de ellos mismos. Hemos escuchado una vez más como el juicio de los adultos vuelve a imponerse a la consideración de los jóvenes sobre ellos mismos.
Cuando indagamos en el universo de esos jóvenes en edad de poder emitir un voto (en caso de avanzar la propuesta del senador oficialista Aníbal Fernández) podemos ir tejiendo un entramado de realidades y percepciones de los adolescentes de este siglo XXI, más allá de clichés y posturas prejuiciosas que muchas veces generan y estimulan voces de personas que hace mucho tiempo dejaron de ser jóvenes.
La realidad de los jóvenes argentinos
Al hacer un rápido repaso de indicadores clave para entender la realidad de los jóvenes en nuestro país, encontramos altas tasas de inscripción en las escuelas, niveles bajos de crimen y violencia y un nivel de consumo de drogas entre moderado y bajo. Sin embargo, el trabajo juvenil, la deserción escolar, el hábito de fumar, el abuso del alcohol (con la inclusión de sus efectos sobre los accidentes de tránsito), los embarazos adolescentes y el VIH plantean desafíos para las políticas sobre la juventud. Estas conclusiones fueron aportadas en 2011 por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y el Banco Mundial mediante la Encuesta sobre las Condiciones Sociales de la Juventud, la cual mostró que casi la mitad de los adolescentes argentinos está expuesta a factores de riesgo para su desarrollo social. (1)
Sin embargo, este contexto de vulnerabilidad se da en un proceso histórico de recuperación de los niveles de pobreza: los progresos en materia económica y social logrados luego de la debacle argentina de 2001 permiten ver mejoras en ese sensible indicador social. Según datos de la CEPAL, en la Argentina la pobreza se contrajo entre el 2006 y el 2009 casi 10% y la indigencia alrededor de 3%. El PBI, en el mismo período, registró una suba del 27%, según datos del Indec. (2)
Este contrapunto de realidades marca que, si bien los adolescentes argentinos enfrentan un presente de problemas para su desarrollo, dicha situación podría haber arrojado datos mucho más preocupantes de no haber mediado el empuje propio de recuperación económica que la Argentina evidenció con contundencia especialmente hasta 2009.
Yo, joven
Yendo a los niveles de percepción de los jóvenes, encontramos datos que permiten entender la influencia de los progresos económicos y sociales que nuestro país viene experimentando desde 2002. Indudablemente, el nivel de pleno empleo alcanzado por los trabajadores argentinos comienza a tener sus efectos positivos en la consideración adolescente.
De acuerdo a un trabajo a nivel nacional de TNS Gallpu, el 65 por ciento de los jóvenes cree que tendrá un futuro económico mejor al de los padres. El 76% de los chicos dice que piensa estudiar una carrera universitaria o terciaria, principalmente porque esto les permitiría mejorar su situación laboral y económica. (3)
Sin dudas, este es un dato de suma relevancia teniendo en cuenta que los adolescentes ven en el mercado laboral una genuina opción de progreso, algo que fue notablemente distinto en la consideración joven sobre el trabajo a instancias del fracaso de sus padres, quienes vieron cómo desde mediados de la década del `70 y hasta el quiebre institucional de comienzos de 2000 sus empleos se esfumaban. Ese contexto obligó a millones de argentinos en condiciones de trabajar a, con suerte, buscar opciones laborales por cuenta propia o a caer en la desocupación y la marginalidad laboral permanente, con todas las consecuencias que ello acarrea desde los aspectos psicofísicos, familiares y sociales.
Los jóvenes y la política
Cuando nos sumergimos en la relación de los adolescentes y la política nos encontramos con una realidad que, a contramano de lo visto en sus percepciones económicas y sociales, nos marca la distancia aún entre los jóvenes y la participación política y, sin dudas, refleja un estado de situación de la cultura de la participación ciudadana que fue mellada por múltiples factores durante los últimos 40 años y pese a estar atravesando ya los 29 años de retorno democrático de 1983. Un estudio de TNS-Gallup realizado en 2009 entre la población de 10 a 24 años, reveló que a los más jóvenes les interesa muy poco aquello que sí interesó a sus padres y abuelos. El 74% dijo que la política no es algo relevante en sus vidas. Respuestas como “procuro ser yo mismo sin seguir a los demás” obtuvo un contundente 92 por ciento, “decido por mí mismo los objetivos de mi vida” un 84, en contraste con un apenas 32 por ciento que aseguró que «quiero ser un líder en mi comunidad”. (4)
Por otra parte, los jóvenes también ponen sus reparos sobre, seguramente, el bien político más preciado por las generaciones de padres y abuelos que los anteceden: la democracia. De acuerdo a una encuesta realizada por el ministerio de Educación de la Nación, sólo el 40% de los estudiantes secundarios consultados considera al régimen democrático como el mejor de todos. A su vez, el 30% de los alumnos encuestados consideró que “a veces sí, a veces no” el sistema democrático es el mejor para la organización política de Argentina y el mundo; un 25 % optó por “no sé” y un 5% dijo que la democracia “no” es el mejor sistema. Sin embargo, la misma encuesta realizada en 2010, mostraba que al 85 % de los adolescentes encuestados les gustaría poder votar. (5)
Una reflexión por los jóvenes dentro de la política
Con este pantallazo sobre los jóvenes y su relación con distintos ámbitos de la vida, quedamos ante un resultado preliminar desafiante: nuestros adolescentes no le escapan a la realidad que los rodea, aunque la abordan con herramientas propias, muchas veces distintas a las de sus padres y abuelos.
Si bien los jóvenes discuten el presente, impera una percepción de la problemática pública que no termina de ser propia de un colectivo sino de individualidades disociadas de dicho colectivo de participación ciudadana. No es poca cosa que nuestros adolescentes sepan que hay temas por pre-ocuparse. Sin embargo, resta crear y/o fortalecer aquellas organizaciones capaces de encauzar el entusiasmo juvenil en causas de interés público.
En ese sentido, los partidos políticos supieron ser el vehículo de participación ciudadana aunque mostraron notables fallas en su funcionamiento interno y en su relación con la sociedad. Es cierto que el retorno democrático del `83 les volvió a dar su centralidad en el juego democrático; tres décadas después se muestran incapacitados de canalizar dicha participación.
No es casual el descontento de los jóvenes con la política pensando este fenómeno a partir de la debilidad de los partidos políticos. Pensar en la resignificación de los mismos mediante reformas que superen lo estrictamente electoral puede constituir la apertura de una gran puerta de la política para los jóvenes, y de ese modo evitar que su interés por la misma quede reducido a actos individuales, aislados y carentes de efectos concretos y transformadores de la realidad que los rodea.
Si los jóvenes no van a la política, la política debe ir a ellos como una verdadera red que los incluya, los escuche y le de ese lugar en la sociedad que en las últimas décadas se fue perdiendo. En la Argentina de hace menos de medio siglo, la política fue cosa de jóvenes
Votar no es un fin en sí mismo, pero es un poderoso vehículo de inclusión política. Y si esto implica que la política se meta en la escuela, bienvenido sea luego de experiencias nefastas que vivimos, durante las cuales los jóvenes fueron literalmente sacados de sus escuelas de los pelos, con un final dramático que nuestro presente sigue tributando con dolor, por el destino inciertos de esos chicos y chicas desaparecidos durante la más feroz experiencia dictatorial que vivió nuestro país hasta 1983.
Ver al voto joven con una foto del presente es mezquino; verlo con la película que narra la historia de los jóvenes argentinos en la militancia política constituye un gran acto de libertad y de reivindicación democrática.
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