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Tres de cada cuatro nuevos empleos creados en la Argentina son del Estado

Tres de cada cuatro nuevos empleos creados en la Argentina son del Estado
Hace rato que el «modelo productivo de matriz diversificada» -como suele decir la presidenta Cristina Kirchner- no diversifica su matriz a la hora de generar trabajo. Desde mayo de 2008, con el empleo privado casi estancado, tres de cada cuatro nuevos puestos de trabajo registrados fueron creados por el Estado. Ni siquiera la reactivación modificó esa tendencia. Los datos surgen de las estadísticas del Sistema de Seguridad Social, difundidos por la AFIP. Y revelan que, más allá del boom de ventas de autos y pantallas de LCD, el mercado laboral camina con las muletas del sector público. 
Según los registros oficiales, desde abril del año pasado se crearon 185.191 empleos en blanco, que compensan sólo parcialmente la destrucción de puestos de trabajo por la recesión entre fines de 2008 y el primer semestre de 2009. Pero la Administración Pública fue el principal empleador: entre abril de 2009 y el mes pasado, incorporó 71.651 asalariados, casi el 40% del total de los nuevos trabajos formales. 
Esa cifra duplica el personal contratado por el sector de servicios inmobiliarios, empresariales y de alquiler, el segundo que más trabajo brindó: 30.772 puestos. Y triplica largamente el aumento de ocupados en el comercio por mayor y menor (20.418) y en la industria manufacturera (18.923), que se ubican en el tercero y cuarto lugar, respectivamente. Por el contrario, la construcción aún no recuperó siquiera la dotación de abril de 2009: el mes pasado, había en el sector 7601 obreros menos. Igual le fue al sector financiero, que redujo su plantel en 4873 empleados. 
Durante los peores meses de la recesión, entre el último trimestre de 2008 y el primer cuatrimestre de 2009, se evaporaron más de 200.000 empleos en blanco. A esto hay que agregarle los despidos en el sector informal, de los que no existen cálculos oficiales. Fuentes privadas estiman que el cierre de puestos en negro fue algo menor. 
En noviembre de 2008, el Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones (SIJP) contabilizaba 7.020.007 trabajadores. Siete meses después, en mayo de 2009, había 6.812.702, es decir, 207.305 empleos en blanco menos. Sin embargo, en ese período el empleo público creció casi en 100.000 cargos, lo que evitó que la pérdida total de puestos fuera aun mayor. 
La semana pasada, la AFIP difundió los números de la recaudación fiscal de abril y, simultáneamente, publicó, por primera vez, la información desagregada del sistema de seguridad social. En abril había 7.093.086 puestos de trabajo formales, 2,7% más que en abril de 2009. Pero por lejos el motor de la reactivación laboral fue el sector de Administración Pública y Defensa, que llegó al récord de 1.002.180 trabajadores, 7,5% más que un año atrás. 
Cifras elocuentes 
La expansión del empleo público en un mercado laboral estancado se remonta al segundo trimestre de 2008. Desde entonces, se agudizó la fuga de capitales por la crisis del campo, la economía abandonó las tasas chinas de crecimiento y luego se sumergió en la recesión, golpeada por la crisis en Wall Street. 
Las cifras son elocuentes:
  • Entre mayo de 2008 y abril de 2010, el SIJP computó 327.877 trabajadores en blanco más.
  • Tres de cada cuatro de esos nuevos puestos se explica por contrataciones del Estado: en el mismo período, el SIJP computa en el sector público 252.419 trabajadores adicionales. Los restantes 75.478 empleos extra corresponden al sector privado.
  • En ese lapso, el «modelo productivo» ocupó 8153 operarios industriales. El comercio, la actividad privada más dinámica, abrió 67.667 puestos.
  • La construcción despidió en términos netos 40.690 obreros. Y el sistema financiero, a 17.600 personas.
  • El resultado es un peso cada vez mayor del empleo público en el total de puestos trabajos formales: en mayo de 2008, representaba el 11% del total trabajadores registrados, mientras que en abril pasado llegó al 14% del empleo formal.
Los números anteriores confirman que la recuperación del consumo aún no se tradujo en un alza significativa del empleo privado. 
Con ironía, el economista Eduardo Levi Yeyati sostiene que en un régimen de alta inflación el dilema de la clase media está entre «desahorrar en el banco» -plazos fijos que pagan 10% anual frente a una inflación del 25%- y «gastar los ahorros»: quien espera un año en el banco tal vez desperdicie la oportunidad de comprarse el 0 KM, cuyos precios se ajustan a un ritmo de entre 15 y 18% anual. La misma regla vale para quien guarda los dólares en el «colchón», porque el Gobierno ya envió señales de que, a falta de un plan antiinflacionario, utilizará el tipo de cambio como ancla. 
Pero ni el boom de ventas de bienes de consumo durable con ahorros de la clase media ni el repunte de la demanda de los sectores de menos recursos -financiada con la asignación universal por hijo y el empleo público- fueron suficientes hasta ahora para alentar inversiones, que amplíen a su vez la dotación de personal en las empresas. 
A diferencia de los años dorados del kirchnerismo, 2003-2006, cuando la economía crecía sin sobresaltos (gracias al exceso de capacidad instalada, al colchón de competitividad de la maxidevaluación y salarios baratos), esta vez la reactivación enfrenta al Gobierno con un desafío distinto: escapar a los cuellos de botella de la oferta que, ante una demanda tonificada, agravan las presiones inflacionarias. Sin una hoja de ruta que ofrezca certidumbre y promueva inversiones será más difícil lograrlo. 

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