Aumentan los “autorrobos” de vehículos y los fraudes a los seguros
Sólo tenía seguro contra terceros y sabía que la compañía aseguradora no le daría ni un peso para arreglar su camioneta Toyota Hilux, que había chocado ella sola. Entonces pensó que lo mejor sería hacerla desaparecer, cobrar el seguro y comprar una nueva. Pero nunca imaginó que su auto terminaría implicado en un intento de asalto contra los custodios de Florencia Kirchner, sucedido a comienzos de esta semana. Entonces se presentó ante la Justicia de San Isidro y confesó lo que había hecho, por lo que hoy está procesada por tentativa de estafa.
El caso de esta mujer, cuya identidad no se dio a conocer, está lejos de ser un hecho aislado. Por el contrario, según datos del Centro de Experimentación y Seguridad Vial de la Argentina (CESVI), hoy al menos el tres por ciento de las denuncias por robo se ha comprobado que son maniobras fraudulentas, aunque estima que más del diez por ciento de los pagos realizados están destinados a robos que no fueron tales, o a incendios o accidentes que nunca ocurrieron. El número crece en épocas de crisis, y en esta presunción coinciden los especialistas consultados por PERFIL. “El fraude está sin duda en aumento –asegura Enrique Quintana, asesor de la Asociación Argentina de Cooperativas y Mutualidades de Seguros–. Es probable que volvamos a los números de 2001 y 2002”, vaticina. Fabián Pons, gerente general de CESVI, acuerda con este pronóstico, y agrega que, en casos de “autorrobos”, se diferencian dos problemáticas: la de quienes tienen un auto viejo, del que quieren deshacerse, y la de los dueños de un cero kilómetro, sin seguro contra todo riesgo (ver infografía). Este fue el caso de la dueña de la Hilux, que consideraba que no era una opción viable arreglar su camioneta, ya que no disponía del dinero para su arreglo. Claro que ella, como la mayoría de quienes intentan llevar a cabo este tipo de estafas, no tuvo en cuenta que su delito, que en el imaginario popular puede parecer ocurrente, se convertiría en el primer eslabón de una cadena delictiva. Esto es lo que, para Francisco Astelarra, presidente de la Asociación Argentina de Compañías de Seguros, es importante destacar: “Lo que no se piensa es que no se trata de viveza criolla, sino que, al estafar al asegurador, se perjudica a toda la comunidad de asegurados, porque si aumenta la siniestrabilidad, se aumenta la prima”, dice, y estima que, con el panorama económico actual, el porcentaje de estos delitos podría trepar por arriba del 14 por ciento. Es importante, sin embargo, distinguir entre dos tipos de estafadores, aquellos ocasionales y los otros, profesionales. “Los primeros –explica Astelarra– pueden exagerar un siniestro para obtener un beneficio, mientras que los segundos directamente aseguran un bien para cobrar el seguro.” Los ejemplos, tanto de unos como de otros, sobran. Para comprobarlo, sólo basta pensar en un dato arrojado por Astelarra: de cada 100 autos asegurados, 22 son indemnizados por algún tipo de siniestro. Pensado en términos monetarios, y según los datos de la Superintendencia de Seguros de la Nación, durante el último ejercicio (2007-2008) se pagaron más de 2.570 millones de pesos en siniestros automotores, por lo que el daño económico por fraude –si se considera un 10 por ciento– superaría los 250 millones. Los asesores legales de las compañías no dejan de descubrir maniobras de todo tipo, aunque “para no avivar a los que estén planeando algo así”, prefieren no dar detalles sobre los artilugios descubiertos. Lo que sí advierten es que en el país aún no existe una figura legal específica para penar este delito, por lo que, si bien en muchos casos se evita pagar cuando hubo fraude, aún queda pendiente una legislación que contemple las estafas a las compañías aseguradoras.
El caso de esta mujer, cuya identidad no se dio a conocer, está lejos de ser un hecho aislado. Por el contrario, según datos del Centro de Experimentación y Seguridad Vial de la Argentina (CESVI), hoy al menos el tres por ciento de las denuncias por robo se ha comprobado que son maniobras fraudulentas, aunque estima que más del diez por ciento de los pagos realizados están destinados a robos que no fueron tales, o a incendios o accidentes que nunca ocurrieron. El número crece en épocas de crisis, y en esta presunción coinciden los especialistas consultados por PERFIL. “El fraude está sin duda en aumento –asegura Enrique Quintana, asesor de la Asociación Argentina de Cooperativas y Mutualidades de Seguros–. Es probable que volvamos a los números de 2001 y 2002”, vaticina. Fabián Pons, gerente general de CESVI, acuerda con este pronóstico, y agrega que, en casos de “autorrobos”, se diferencian dos problemáticas: la de quienes tienen un auto viejo, del que quieren deshacerse, y la de los dueños de un cero kilómetro, sin seguro contra todo riesgo (ver infografía). Este fue el caso de la dueña de la Hilux, que consideraba que no era una opción viable arreglar su camioneta, ya que no disponía del dinero para su arreglo. Claro que ella, como la mayoría de quienes intentan llevar a cabo este tipo de estafas, no tuvo en cuenta que su delito, que en el imaginario popular puede parecer ocurrente, se convertiría en el primer eslabón de una cadena delictiva. Esto es lo que, para Francisco Astelarra, presidente de la Asociación Argentina de Compañías de Seguros, es importante destacar: “Lo que no se piensa es que no se trata de viveza criolla, sino que, al estafar al asegurador, se perjudica a toda la comunidad de asegurados, porque si aumenta la siniestrabilidad, se aumenta la prima”, dice, y estima que, con el panorama económico actual, el porcentaje de estos delitos podría trepar por arriba del 14 por ciento. Es importante, sin embargo, distinguir entre dos tipos de estafadores, aquellos ocasionales y los otros, profesionales. “Los primeros –explica Astelarra– pueden exagerar un siniestro para obtener un beneficio, mientras que los segundos directamente aseguran un bien para cobrar el seguro.” Los ejemplos, tanto de unos como de otros, sobran. Para comprobarlo, sólo basta pensar en un dato arrojado por Astelarra: de cada 100 autos asegurados, 22 son indemnizados por algún tipo de siniestro. Pensado en términos monetarios, y según los datos de la Superintendencia de Seguros de la Nación, durante el último ejercicio (2007-2008) se pagaron más de 2.570 millones de pesos en siniestros automotores, por lo que el daño económico por fraude –si se considera un 10 por ciento– superaría los 250 millones. Los asesores legales de las compañías no dejan de descubrir maniobras de todo tipo, aunque “para no avivar a los que estén planeando algo así”, prefieren no dar detalles sobre los artilugios descubiertos. Lo que sí advierten es que en el país aún no existe una figura legal específica para penar este delito, por lo que, si bien en muchos casos se evita pagar cuando hubo fraude, aún queda pendiente una legislación que contemple las estafas a las compañías aseguradoras.
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