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Dicen que por la crisis, los argentinos están tirando menos basura

El ajuste en el consumo por efecto de la crisis global ya se puede constatar en los desechos que arrojan los argentinos a la basura, un fenómeno que no sólo es un termómetro económico sino que además golpea a quienes viven de los desperdicios.

El consumo de alimentos, bebidas y productos de limpieza y perfumería cayó en enero pasado un 5,2 por ciento frente al mismo mes de 2008, en lo que constituye «el primer síntoma de la crisis que se está notando», dijo José Luis Grandi, director general de Home Research & Accuracy.

Esta consultora privada mide el consumo a partir del análisis de los envases desechados por una muestra de hogares de Buenos Aires y su periferia, una adaptación de una metodología conocida como «basurología».

La medición de enero muestra una llamativa caída en el consumo de lácteos (cayó un 14,3 por ciento), bebidas (4,5 por ciento), productos de cosmética y tocador (5,8 por ciento) y de limpieza y cuidado del hogar (5,6 por ciento).

«Cuando no se puede acceder a determinados bienes, la restricción en el gasto no es abrupta. Es probable que se tenga el mismo salario o ingreso, pero los precios suben y el poder adquisitivo se reduce. Juega también el factor de la incertidumbre, ante el cual el consumidor retrae sus compras para ahorrar», explicó Grandi.

Las bolsas de residuos revelan asimismo un paradójico aumento del consumo de golosinas (1,2 por ciento), que llega al 29 por ciento en el caso de los «alfajores» (galletas dulces rellenas).

«Eso tiene que ver con un efecto de satisfacción inmediata. Por ejemplo, una mujer no puede comprarse ropa o zapatos, pero sí puede comprar un lápiz labial, que requiere un desembolso mucho menor pero da un gratificación inmediata. Lo mismo pasa con las golosinas», apuntó Grandi.

Quienes también están viendo cambios en lo que tiran los argentinos son los «cartoneros», que viven de recoger basura en las calles y vender el material reciclable, como metal o papel.

«Lo que notamos es un cambio en la calidad. Cuando hay crisis, empiezan a aparecer las segundas marcas, en particular en los envases plásticos de gaseosas o champú», señaló a Efe Jorge Olmedo, presidente de la Cooperativa del Oeste, que separa los desperdicios reciclables en un centro de acopio de basura del suroeste de Buenos Aires.

Los «cartoneros» surgieron con fuerza con la crisis de 2001-2002, cuando la falta de empleo empujó a miles de personas a vagar por las calles para vivir de la basura.

Con la mejora de los precios del material reciclable, uno de ellos llegó a juntar cada día hasta cien pesos diarios (unos 28 dólares), pero hoy no se llevan a casa más de 25 pesos (siete dólares).

Esto se explica por el derrumbe en menos de un año de la cantidad que las empresas pagan a los «cartoneros» por el material reunido.

Como ejemplo, hace un año una cooperativa de estas personas se llevaba 1,15 pesos (0,31 dólares) por un kilo de papel y hoy recibe 0,45 pesos (0,12 dólares), aunque un «cartonero» que trabaja de forma independiente -no asociado a otros pares- no cobra más de 0,20 pesos (0,05 dólares).

Según fuentes del Movimiento Nacional de Trabajadores Cartoneros y Recicladores consultadas por Efe, en Argentina hay cerca de medio millón de personas que viven del «cartoneo».

Sólo en Buenos Aires, se arrojan a diario entre 4.500 y 5.000 toneladas de residuos, botín que cada vez vale menos y cuesta más reunir y comercializar.

Olmedo apunta que de hecho «hay una gran merma de ´cartoneros´ en las calles porque salen a trabajar ocho o diez horas y se llevan apenas 10 pesos (2,7 dólares)».

«La crisis es para los que tienen y para los que no tienen. En este caso, somos los que nos llevamos la peor parte. Nos está perjudicando mucho en el día a día y lo que recolectamos y vendemos nos alcanza apenas para comer», lamentó Valentín Herrera, presidente la Cooperativa Reciclando Sueños.

El titular de la cooperativa, que reúne a 150 socios que «cartonean» en el área oeste de la capital argentina, explica que debido a la crisis la gente se desprende de muchas menos cosas.

«Lo que puede, lo vende para sacar dinero. Y el resto nos lo da. La gente es solidaria en lo que puede, pero nos dan menos cosas que antes», señala Herrera.

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